¿Volveremos al carbón?
Nobuo Tanaka, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) expuso hace unos días en el Parlamento Europeo que el desastre japonés ha impulsado la decisión de reducir a la mitad los programas de construcción de nuevas centrales nucleares de aquí a 2035. Estas centrales, ideadas para suministrar 360 Gw, tan sólo producirán 180 Gw. Por consiguiente, en todo el planeta supone una disminución de entre el 14% y el 10% de la energía nuclear en la producción energética mundial. Se estima que deberá desviarse un tercio de la demanda, que se servirá del mercado del carbón. Esta situación entraña dos consecuencias problemáticas: el inevitable aumento del precio del mercado y de los costes de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En este sentido, para que los países productores se comprometan a respetar el medio ambiente, los derechos para las emisiones de CO2 serán de pago a partir de 2013 y pesarán en los presupuestos de las empresas de electricidad de toda Europa. Como es evidente, es imperativo contaminar menos, porque el carbón no ha cambiado. Lo que han evolucionado son los procedimientos de extracción y el peligroso lignito, con alto contenido de humedad y que entre otras cosas libera los temidos óxidos sulfúricos, actualmente se «seca» tras las fases de extracción y elaboración.
Del mismo modo, los sistemas de captación y almacenamiento de CO2 están muy extendidos. El dióxido de carbono, canalizado y transformado en líquido, se encierra a continuación en un depósito subterráneo.